Me pregunto: ¿qué quiero? Como si me lo fuera a dar. Yo sé
lo que quiero. Y lo que me espera. Pero lo que me espera ya llegó. De manera
que espero algo peor aún. De todos modos —confesémoslo—, nada te espera. Es
esto lo peor. Y sufrir por adelantado a causa de ello. Mírate en el espejo: aún
certifica juventud. ¿Te importa? Sí, en la medida en que me dan tiempo para
fortificarme y esperar a que nada llegue. Como previsora eres previsora. Como
prudente, te preparas sistemáticamente a que el encuentro —llamémoslo así— no
te duela tanto. ¿Todo esto para qué? Ahorrarse el sufrir, ahorrarse y guardarse
y abstenerse. ¿Para qué? Pero ¿para qué lo contrario? Ojalá muera yo pronto. Es
lo único que podría contrarrestar mi programa de lento e ininterrumpido
sufrimiento. *Pizarnik
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