Todo deja de ser, o tal vez nunca fue

Es duro cuando la vida te aleja de amigos, o cuando la vida te demuestra quienes eran en verdad tus “amigos”...
Es duro cuando compartiste tantos momentos con alguien, aprendiste a confiar, a desnudar tu alma y a expresar tus emociones y sentimientos más profundos, cuando ciegamente hubieras puesto las manos en el fuego por esa persona sin importar absolutamente nada.
Es tan duro pretender que el cariño y la lealtad que le profesabas a alguien fuera recíproco; para luego chocar contra el muro de la realidad y darte cuenta que no siempre vuelve a ti todo aquello que das, que podrás tener las intenciones más desinteresadas y puras del mundo y solo ser feliz haciendo feliz a alguien más, pero nada de eso garantizará que tu corazón no saldrá lastimado...
Es duro y triste ver cómo ha pasado el tiempo y la distancia se ha llevado consigo todos los buenos recuerdos, que esa amistad que creías auténtica y para siempre se resquebrajó y no queda nada, ni el cariño, ni las promesas, ni las sonrisas, ni las lágrimas, ni el significado que tuvo alguna vez... Solo quedan personas desconocidas, rencorosas y peor aún, indiferentes... Años de amistad, hermandad y amor echados al olvido como sin nada, quizás por culpa del orgullo o la inmadurez, quizás por el temor de aclarar las cosas, de pedir perdón o ceder...

El tiempo lo acomoda todo no? Acomoda todo aquello que está fuera de lugar porque cuando algo es verdadero nunca está fuera de su sitio, siempre permanece, siempre prevalece, contra viento y marea, ante cualquier tempestad.

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